
Quizás uno los de los factores más valiosos de tener la posibilidad de ingresar a este mundo, es la ausencia de prejuicios durante el escaso tiempo donde se cruzan los caminos. La entrada se presenta en puntos estratégicos de nuestro mundo original y la salida se reduce a presionar un simple botón para advertir el final de la estadía. No es un detalle menor, el hecho de que todos los días, para acceder a este mundo se debe pagar el derecho de pertenecer a él.
No hay hospitales o estaciones de policía, ya que el espacio es muy limitado para construirlas. Por tal motivo, a veces hacen su aparición participantes de aquellos lugares solo en situaciones en las que son requeridos. El destino de todos los ciudadanos está en manos del presidente, quien tiene la misión y difícil tarea de controlar el movimiento del mundo. Es un sistema político donde no se elije al candidato, sino que es puesto por habitantes del mundo original. Uno de los mayores peligros es la posible colisión con un mundo similar o hasta con un mundo unipersonal, mucho más pequeño. Otra de las principales actividades es la lectura de algún libro por deseo, tema de estudio o diario. O la actividad más sencilla y a su vez compleja, que muchos eligen: observar desde su lugar en el mundo actual como era el exterior.
Noté que mi tiempo en este extraño mundo paralelo que visitaba todos los días estaba llegando a su fin. Mis ojos recorrieron los rostros de los actuales habitantes, sabiendo que a muchos de ellos volvería a verlos en algunas horas. Mi movimiento hasta acceder al botón de la salida, provocó una reacción en cadena y cambios en las posiciones: el espacio ya había sido ocupado por otro habitante en cuestión de segundos. La puerta se abrió y me enfrenté al mundo original de todos los días, donde hasta el clima ya era diferente. Mientras caminaba, lo vi alejarse con mi mente pensando aquella rara sensación de que en ese tipo de mundos todos somos pasajeros de un mismo destino.
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