A medida que el día avanzaba y el reloj se
acercaba a la hora señalada, tenía una rara mezcla de pensamientos en su mente.
Mientras viajaba en el colectivo de todas las mañanas ya venía practicando algunas
de las palabras que había preparado. Notó que varias personas al mirarlo,
negaban con la cabeza como diciendo: “Este está loco”. La misma sensación la vivió
en el bar donde por la tarde decidió practicar mientras merendaba. Una hora
antes del comienzo, llegó al auditorio para realizar un ensayo que resultó muy
positivo. Claro que las más de 100 personas sentadas en las butacas rojas
minutos después, cambiarían completamente el contexto. Tomaba agua,
intercambiaba algunas palabras con sus compañeras con las que realizaría la
exposición e intentaba familiarizarse con el escenario. El salón empezaba a
llenarse y el momento se aproximaba. La directora dio inició al evento y luego
de algunas palabras de los profesores, llegaron aquellos minutos. Ese instante
cuando sus pies parecieron pesar y 5 escalones se transformaron en 5 pisos.
Tomó el micrófono, tras un largo suspiro intentando controlar su respiración,
se paró a un costado de la pantalla y al levantar la vista, se encontró con el
público. Expectante y en silencio para escucharlo atentamente. Fue como aquel momento donde el carrito de la montaña rusa llega a su punto más alto y con sus palabras, comenzaría el recorrido más difícil de aquella vuelta. Buscó algunas
caras conocidas intentando tomar confianza. Las letras comenzaron a unirse y
las palabras a formarse. El inicio fue preciso, seguro y como aquel ensayo
había demostrado. Varios segundos más tarde, vivió esa frase reconocida como “mente en blanco”
mientras sus latidos del corazón se aceleraban. Tenía que seguir, salir de esa
pausa y volver a pintar el aire y el silencio con palabras de otro color. Así
logró dejar atrás esa laguna momentánea, para continuar el camino. Dudó cerca
del final, pero consiguió un buen cierre con el pase a su compañera. Respiró
hondo, retrocedió unos pasos y escucho el resto de la presentación. Tras
recibir algunos aplausos, la escalera ahora pareció un simple tobogán de plaza.
Había terminado. Como todo eso que uno no imagina, pero sin embargo termina
pasando. Cerró los ojos algunos instantes y buscó en su mente lo que acababa de
vivir: ahora ya ocupaba un lugar en esa extraña montaña rusa de sensaciones al pasar nuevas e impensadas experiencias, que tiempo atrás parecían una escena de
otra película. Esa gran diferencia que existe entre sentarse a mirar como pasa
la vida o subirse a la montaña rusa y ser el protagonista. ¿Tenes alguna duda de que
lado conviene estar?
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