A veces vivimos
situaciones raras o inesperadas en espacios que
nunca hubiéramos imaginado. Son esas sensaciones que nos llevan al
límite, que su verdadera relevancia es definida por el contexto que las rodea y
cuando terminan quedan en la memoria para siempre. Casi un
año después de aquel domingo triste donde no había palabra alguna que
reflejara lo que había pasado, llegó el día que podría convertirse en la otra
cara de la moneda. Después de eso tan abstracto como lo es la
angustia, que en este camino pareció materializarse en colores rojo y blanco,
llegó el tan ansiado desahogo. La semana se llenó de comentarios, con el mundo
del fútbol esperando el momento. Cualquier persona que es hincha de este
deporte y que realmente sabe lo que puede movilizar, se preparaba para
vivir desde el punto de vista que le tocará, esa mezcla de sensaciones que se
reducen a 90 minutos. Partidos a la misma hora, situaciones cambiantes, futuros
repletos de incertidumbre, suspicacias por donde se lo mire como siempre
caracteriza al fútbol de nuestro país. Más allá de todo eso y la
diversidad de opciones posibles, el mayor sufrimiento lo vive esa persona que
ama a los colores. Se puede escribir una infinidad de cosas sobre esta
situación, pero desde ese punto de vista en particular, se resume en la palabra
desahogo. Quizás el hincha de River hoy pesa 10 kilos
menos después del año más largo y extraño que le tocó vivir.
Pero después de todo este camino, eterno, complicado y claramente
incomparable con cualquier otra cosa futbolistica, el desenlace fue el
deseado. Desde aquel primer partido hasta el último, 38 en total, la
angustia se estiró hasta el segundo final, como si hubiera sido escrito para
una película. Cuando terminó este último partido, me quedé frente la tele,
solo mirando las reacciones, los gestos y el desahogo en las caras de los
hinchas. Los jugadores, técnico y demás parecieron sentirlo igual, se puede
decir mil cosas, pero la sensación es única. Veía a la gente más avanzada en
edad y me acordaba de mi abuelo, con su radio siempre prendida desde que tengo
uso de razón para escuchar a River. Es movilizante, justamente por aquella
primera frase, de tener en la mente mil imágenes y
situaciones que se relacionan con los mismos colores. No hay forma de
explicarlo, simplemente lo que siente el hincha ante una pasión no tiene frase
que lo resuma. Esa pasión, también dentro de la lista de lo
abstracto, que adopta diferentes formas con un fin en común.
Cuando pensamos
que el límite de lo que sentimos alcanzó esa delgada línea de lo posible, es
cuando nos damos cuenta de que a veces existen situaciones que nos llevan más
allá; cada una con su contexto, su importancia y su lugar, sin compararlas
entre sí, pero con esa marca que deja su huella para poder valorarlas aún más.
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