Dicen que el
cliente siempre tiene la razón. Sin embargo, hay días donde aquella frase
presenta un desafío diferente. Era una esas fechas donde la desesperación
de la gente se limitaba a encontrar un talle, un color, un regalo acorde a lo
que llegaría el día siguiente. Así comenzaron desde muy temprano las charlas,
algunas conocidas, otras inéditas.
Están los que
llegan seguros y la venta se produce en segundos: sin vueltas, sabiendo lo que
quieren. Obviamente este grupo es muy escaso comparando al total.
Los que tienen
definido a la perfección su compra, pero al escuchar: “no queda más” pierden la
brujula y hasta llegan a preguntar: ¿Que me podes ofrecer?, sabiendo que el
negocio tiene miles de opciones similares y la gente esperando comienza a
impacientarse. Tambien aparecen los que mientras miran el talle de la prenda,
llaman por celular para transmitir el tamaño de la misma. “Si...es como para
dos de tus papa, pero un cuarto de tu hermano”. Esos intentos
de análisis en segundos comparando cuerpos.
Dada la ocasión
del día del padre, se acercaban madres con sus hijos. Ella preguntaba: ¿Que te
parece para papá? ¿Cual te gusta? ¿El blanco o el negro? La nena de unos 10
años le respondía en segundos: el blanco. Instantes después, la madre
levantaba la vista y afirmaba: "bueno, no se. Dame el negro, total después lo
viene a cambiar".
Como toda larga
jornada laboral de mucha gente y con números en el medio, se produce aquel
escenario donde el espacio y momento de ser atendido parece una lucha de egos y
tiempo. Como aquello que ocurrió con la mujer de pelo largo, oscuro, algo
distraida y con 1238 bolsas en sus manos. Escuchó el llamado al número 5 y se
acercó al mostrador. “Lo perdi, pero lo tenía yo”. La señora del 6 pareció
derretirla con la mirada, pero acepto que sea atendida antes que ella.
A veces las
fabricas de ropa parecen querer ahorrar tamaño en las bolsas de su mercadería.
El cliente no tiene problema en abrir y sacar de su lugar 10 prendas, sin tener
en cuenta las consecuencias que genera tales decisiones. Despues están esos que
exigen papel de regalo, una bolsa acorde a la situación, proliijidad en la
preparación del paquete. Son especialistas en medir los límites de la paciencia
del vendedor.
Algunos carteles
en la vidriera muestran precios en base, obviamente, a estrategias de
marketing. Sin embargo, ante la imposibilidad de devolver un centavo, en
precios como 49.99, el vendedor debe recordarlo en repetidas ocasiones a la
hora del pago.
Tambien se da
aquella situación donde se produce una confusión de telas, donde el cliente se
engaña a si mismo al observar con otros ojos las prendas en la vidriera. Por
tal motivo, debe llevar al vendedor hasta la misma para señalarle lo que
quiere, intentando simplificar su trabajo. No hay que olvidar a esos que piden
un talle, uno se acerca con el primer color que encontró y al instante se
escucha un grito: ¡No, como me vas a dar ese color. Él no usa esta gama. Odia
el verde! Ahora resulta que el vendedor tiene que conocer los gustos de cada
uno de los familiares de los clientes.
No podemos
olvidar la típica y conocida frase: "Ahora veo y cualquier cosa
vuelvo" Salida fácil para una situación que claramente tanto cliente como vendedor
conocen el final.
Nunca falta ese
cliente que llega segundos antes de cerrar y solicita la prenda más vendida en
su talle y color. Recibe una negativa, compra otra cosa y se retira
pronunciando las palabras: “¿Como no van a tener este talle?“ Ese
es el momento donde si el vendedor tendría un afilado cuchillo, lo usaría sin
dudarlo. Sin embargo, la pregunta es tan graciosa a esa hora que solo se limita
a sonreir por aquellos extremos que siempre terminan apareciendo.
Así transcurre
un día donde la paciencia es exprimida hacia limites inimaginables, como nunca
antes se hubiera pensado. Tras doce horas de comunicación frente a una amplia diversidad
de situaciones, finaliza una jornada que vuelve a plantear
aquella incógnita tan escuchada y repetida: ¿El cliente siempre tiene
la razón?
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