Le preguntaron varias veces si era capaz de hacerlo. Él siempre afirmó que no sería un problema, aún sabiendo que la realidad posterior a una acción como esa provocaría una larga lista de consecuencias. Igual ya no importaba, había llegado el momento. Lo tenía enfrente y mantenía la solución firme entre sus dedos. Sintió el frío repentino al mirarlo fijamente. Ojos perplejos, resignados a lo que estaba por ocurrir. El clima era tenso, bajo un poderoso silencio. El ruido de la puerta principal de la casa aceleró su decisión. A lo lejos escuchó su nombre. Si ella entraba, intentaría evitar por todos los medios lo que estaba por hacer. Levantó la vista y volvió a encontrarse con él. Con uno solo sería suficiente. Sintió la necesidad de tocar la alfombra donde se encontraba, pero con sus pies descalzos. Tenía esa sensación de haber vivido aquella situación, como eso que llaman Deja vu. Esa incógnita acerca de si realmente pasó o solo es un conjunto de imágenes creadas por la peligrosa mente. Volvió a escuchar su nombre mientras ella abría la puerta. La apoyó en su cabeza y el rostro de su victima además del de la mujer que acababa de llegar, se pintaron de rojo. En el medio del llanto arrodillada en el suelo y sabiendo que ya nada sería igual, pensó que la mancha del espejo sería imposible de limpiar.
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