lunes, 6 de agosto de 2012

Esperando el 24 con paro de subtes


Mientras me aproximaba a la parada del colectivo, mi mente comenzaba a imaginarse la fila que se venía. La mañana ya no era normal y la noticia cambiaba muchas rutinas en un lunes pintado de manera otoñal en pleno invierno. Los colectivos parecían no salir de la terminal y encontrar un espacio para subir a uno de ellos se había convertido en una tarea compleja. Llegué al final y saqué mi cuaderno para ocupar la espera en lo que más disfruto hacer. Las miradas de las personas que recorrían la cola en sentido contrario buscando el final de la misma, iban cambiando a medida que avanzaban. A metros de la parada, la espera para viajar en tren era similar. 
- ¿Hay paro de trenes? - preguntó una señora de unos 50 años mientras pasaba. 
- No, de subtes - le respondió una mujer abrigadísima delante mío, casi como lista para que nevara - Pero la cola para sacar el boleto para el tren es aún más larga que esta. Me impactó y dije viajo en colectivo. 
La señora negó con la cabeza en forma de resignación y siguió su camino hasta la estación. 
- Yo espero 20 colectivos si es necesario, pero viajo sentado - afirmó un hombre de campera roja por delante de la señora abrigada - No es mi culpa que haya paro. Tengo dolor de espalda. 
- Obvio - le respondió ella, incentivando su idea.
El reloj continuaba avanzando, los colectivos apenas salían y lo hacían  de manera esporádica estando algunos vacíos para comenzar su viaje desde la parada dos.
-  ¿Que le espera a la gente de varias paradas más adelante? - preguntó uno más atrás de mi lugar.
Recibió su respuesta segundos después, cuando otro colectivo vacío se alejaba de la terminal. 
La gente ya optaba por hacer una doble fila a un costado de la original, para no alejarse de la parada y subirse como sea necesario. A un costado de la cola, ya abría la peluquería de la esquina. Eso implicaba que la hora había pasado otro límite. Nunca llegaba a ver cuando su dueña, de extraño peinado, pedía permiso para abrir las puertas.  
Tras casi 50 largos minutos, llegó el momento de subirse al colectivo. La lista de música que terminaba siempre llegando casi a mi destino, ya había alcanzado su final. Una señora  intentó colarse en la fila principal, metiendo una diagonal como si fuera un delantero por afuera, ese "wing" como se le decía antes en el fútbol. 
- Tengo que ir a trabajar - acusó con voz de tener razón, llevándose miradas asesinas de la gente a su alrededor. Algunos sonrieron como si no fuera obvio que todos estábamos haciendo lo mismo. 
Me senté en el fondo del 24, terminé de escribir estas mismas palabras y me di cuenta que el día recién había empezado. Una mujer subió en la parada siguiente y tras esquivar gente, llegó hasta el fondo. Chocó su mochila con otra mujer, de menor estatura, y cuando esta se dio vuelta, la reciente pasajera le respondió:
- Disculpa, es que hay paro de subtes. 
  

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