martes, 21 de octubre de 2014

Pasajeros de múltiples destinos

Me siento en el último lugar a la izquierda de la fila de cinco asientos. Saco mi cuaderno y levanto la mirada. Son las nueve y diez de la mañana del miércoles 6 de agosto de 2014.

El hombre del primer asiento individual en la parte izquierda del colectivo lee un ejemplar de Game of Thrones. Otro mira atentamente una especie de cuaderno con partituras. La mujer que usa sandalias enfrenta los 7 grados a pesar de tener sus pies al aire libre. Delante mío un hombre tiene unos extraños auriculares con los que escucha música o la radio. Me inclino más por la segunda opción por su cara de preocupación. La música se elige, las noticias no.
El chófer muestra signos de asesino serial, con sus anteojos grandes y viejos, sus hombros levantados y su cuerpo encorvado hacia delante. Acelera en varias oportunidades a pesar de que podría evitarlo.
Otra mujer saca un libro, aunque no llego a ver cuál es desde mi lugar. Sube una mujer de rasgos orientales que opta por el primer asiento del colectivo. Otra, que sube detrás de ella, se acomoda a su lado sin conocerse. La tercera en subir camina hacia atrás donde permanece parada a pesar de los asientos libres mirando en dirección opuesta al chófer. Lleva el pelo planchado, una campera de cuero y los labios recién pintados.
Un hombre le da una última pitada a su cigarrillo antes de tirarlo al suelo y subir. Otro ocupa aquel lugar que la mujer de campera de cuero dejó libre. Lleva una nena de unos dos años en sus brazos. El chófer acelera y llega rápido a la siguiente parada. Sube una mujer con una botella de levite de pomelo en ese bolsillo externo de red que tiene su mochila. También sube otra mujer extremadamente maquillada, con auriculares blancos, pelo largo, saco negro y botas largas. Tiene una expresión preocupada, mueve su cuello hacia ambos lados con el clásico gesto para intentar sacar ese molesto dolor cervical.
El colectivo comienza a llenarse. Una mujer logra llegar hasta el final, se mantiene de pie sosteniéndose con su mano derecha del caño amarillo y cuelga un bolso marrón en el codo de la mano izquierda mientras la usa para escribir algo en su celular. La mayoría de las ventanas siguen cerradas, a pesar de la acumulación de pasajeros. La nena de dos años se apoya en el hombro y duerme. Una mujer de unos 40 años pide permiso, mientras no puede dejar de mascar un chicle de manera furiosa.
Empieza a aparecer el tráfico a medida que el colectivo se acerca al centro. Varios bajan, otros suben. Un hombre de anteojos con marco negro se queda parado adelante, cerca del asiento del papá con la nena. Otro llega hasta la puerta de atrás con esos auriculares gigantes colgados en el cuello y una mujer consigue también alcanzar ese lugar, casi trastabillando por los frenos del chófer con cara de asesino serial. Lleva un bolso multicolor que sirve para contrarrestar  el día gris. Está escuchando música por como tararea un tema.
Los últimos que suben miran para atrás, pero no encuentra forma de pasar. Una mujer, que ya llevaba casi media hora sentada adelante, saca un libro de tapa roja y letras amarillas en su sinopsis. Tres personas leyendo a la vez arriba de un mismo colectivo no suelen verse todos los días. La mujer del chicle sigue masticándolo como si fuera la última vez en su vida.
La calle da la sensación de tener más autos que personas. El papá y la nena bajan por la puerta de adelante. Llegan dos mujeres pidiendo permiso para bajar. En la esquina de Medrano entra un poco del humo negro de otro colectivo y varios tosen en forma simultanea.
Otra mujer que recién sube tiene un kindle en la mano. Me quedan solo tres paradas antes de terminar el viaje. Se escuchan muchas bocinas y algunas quejas como sus inmediatas consecuencias. La mujer del kindle se sienta mirando hacia atrás y enfrenta cara a cara a la del libro de tapa roja. Un duelo en vivo y en directo entre lo que fuimos y algunos quieren ser.
Me queda una sola parada antes de bajar. La mujer del bolso multicolor encuentra lugar y se lanza hacia él como un vaso de agua en pleno desierto. Otro hombre insulta al aire con gestos de haber perdido la paciencia. Me paro para alcanzar la puerta de atrás y cuando piso la vereda sigo al 24 con la mirada mientras se aleja por la Avenida Corrientes. Durante poco más de 50 minutos dejamos de ser desconocidos para convertirnos en pasajeros de múltiples destinos. 

martes, 30 de septiembre de 2014

Cartas suicidas - Capítulo 2

Hoja A4. Lisa, doblada en cuatro. Escritura a mano. Letra cursiva. Birome roja.

Un paso 
"Explicar los motivos por los cuales decidí esto sería una pérdida de tiempo. A veces la imperiosa necesidad de cambiar ciertas palabras nos lleva a tomar decisiones irracionales y sin sentido para algunos, pero indicadas para otros. ¿Acaso alguien definió el cómo pensar? Las respuestas a las preguntas que vas a plantearte son más sencillas de lo que parecen. No me fue difícil elegir el medio. Un simple salto desde un espacio reconocido será más que suficiente. Cuando llegués en tu horario habitual de las 11 de la noche vas a encontrarme a un lado de la puerta. La herencia es tuya. Ojalá puedas entender el contexto que me llevó a esto. Tampoco iba a convertirte en mi víctima por el color de la pulsera. Pensé varias otras salidas pero como siempre coincidimos: en la simpleza está la complejidad"

Leé el Capítulo 1

lunes, 14 de julio de 2014

El día después de la final

Lunes a la mañana después de haber jugado una final del mundo. Me tomo el 24 como todos los días. Hay caras largas, como si nos faltara algo que sentíamos nuestro. Ante la inmensidad de opiniones, criticas, comentarios, demostraciones de lo que somos como sociedad y sensaciones que recorren el cuerpo, la mente y el corazón, sentí la necesidad de escribir algunas palabras, a pesar de que tienen un peso especial mientras van apareciendo. 

Lo primero que me salió escribir ayer fue el hecho de que resulta sencillo criticar y echar culpas cuando no se alcanza el objetivo final, aún sabiendo que se hicieron las cosas bien. Somos una sociedad a la cual le gusta opinar de lo que sea, que se deja llevar por la situación sin medir las consecuencias, más allá de conocer o no el tema sobre el cual se está hablando. Los mundiales son un ejemplo claro de esto por el ambiente que se genera, las ilusiones que se renuevan y el sentimiento de unión que durante un mes tiene el poder de opacar otras noticias. Desde que empezamos a hablar del sorteo (sin dudas y sin desprestigiar rivales, quizás el más sencillo que le tocó a Argentina en los últimos tiempos) hasta la imagen de miradas perdidas de los jugadores esperando recibir su medalla de plata ayer. Una medalla que hacia rato no alcanzábamos. No se explica, sino que simplemente se siente. 

Apenas terminó el partido, todos empezamos a escribir y volcar sensaciones únicas y muy personales de lo que estábamos viviendo. Desde el lugar pasional desde el cual vivimos, más aún cuando se refiere a cosas como este deporte, nos resulta inevitable expresarnos. Soy de los que cree que del dolor se forman las personas, se saca lo mejor de uno mismo con el tiempo y se entiende hacia dónde se quiere llegar. Si solo fuéramos felices ni siquiera sabríamos lo que eso significa.  

El sueño de ser campeones del mundo ya suena enorme con solo escribirlo. Como escribí el viernes antes de jugar la final, ayer fue la primera que viví con verdadero uso de razón (tenía solo 5 años en la final del 90) y apenas fue la 5° que jugó Argentina en 84 años de historia de los mundiales. Los números a veces nos ayudan a entender la magnitud de algunos logros. 
Hablando estrictamente de lo fútbolistico, creo que se hicieron las cosas muy bien contra el mejor equipo del momento, que hace rato llegaba a semifinales y trabajaba para esto. Tuvimos las situaciones para sumar una nueva estrella, pero fallamos en ese toque final que a veces cambia la historia. Todos sentimos el golpe del gol a solo 6 minutos de terminar el segundo tiempo del alargue. Lo primero que se nos cruzó por la cabeza es nos robaron la ilusión y lo que parecía felicidad se transformó en tristeza. Gritamos el gol de Higuaín por la decisión de seguirlo por parte de quién manejaba las cámaras aún sabiendo que había parecido offside en el momento en el cual sale el pase. Sentimos el cansancio cuando terminaron los 90 y había que jugar otro alargue. Cuestionamos los cambios de Sabella. Buscamos entender cómo no terminaron en gol esas jugadas tan claras que en una final no se pueden fallar.

Y de repente, terminó. Como todas las cosas felices que vivimos durante nuestras vidas, se haya o no llegado al resultado deseado.  Mantuvimos la esperanza hasta la última pelota en el minuto 122 con un tiro libre al borde del área en la final del mundial. Ni el más optimista podría haber pronosticado la escena. Quienes no conocían a Mascherano, hoy saben lo que es. Quienes hablan de fracaso o critican a ciertos jugadores, respeto sus opiniones, pero no las comparto porque no todos los días se llega a una instancia así. El resultado final no borra lo que ya se escribió. Momentos como el que viví con mis hermanos en los penales con Holanda ya no se olvidan más y son de los que uno elige guardar. 

Vivimos en un país raro, diferente e inexplicable en muchos aspectos. Ayer a la noche canal 9 pasaba imágenes resumiendo el mundial, en Telefe cocinaban con MasterChef, en Tv Pública Maradona analizaba el partido y en Canal 13 parecía el fin del mundo con una escena repetida en el obelisco, que si pondrían imágenes de archivo sería lo mismo. Creo que el mayor problema es que aún no podemos reconocerlo, que nos parece tan normal que no logramos definir su magnitud. Podemos intentar analizarlo, pero siempre se llegará al peligroso límite del "somos así"; como si fuera terminantemente prohibido cruzarlo. 

Terminó el mundial. Terminó ese mes mágico, que tanto para los que amamos el fútbol como para los que no, resulta lleno de sensaciones y esperamos tanto durante 4 años. Nos costó 24 volver a alcanzarla, la jugamos, la vivimos y la sufrimos. Siento que ganamos mucho más de lo que perdimos en este día tan extraño, como lo fue durante el antes y como lo será de ahora en más. 
El día después de la final.

viernes, 11 de julio de 2014

"Estamos en la final"

"Estamos en la final" quizás fue una de las frases más repetidas entre nosotros, segundos después de que Maxi Rodriguez terminara de convertir en realidad el sueño de todos. Estamos exhaustos, como si hubiésemos jugado bajo la lluvia una semifinal de copa del mundo frente a Holanda. Nos miramos con quien tenemos a lado, después del abrazo incondicional y espontaneo  que nos genera el hecho de compartir esta pasión, esta felicidad que nos invade y que nos une a pesar de no existir palabras para explicarla; esa que solo sabemos que existe. 

Los corazones ya no vuelven a la normalidad sino que crean un espacio nuevo para guardar entre esos momentos que perdurarán para siempre; esos que uno arranca contando: "Te acordás cuando..." y ahí empieza la lista de imágenes, de secuencias, de escenas que nos llevaron a estar en el último escalón para alcanzar la gloria eterna. 
Corazones que se llenaron de expectativas, quizás en menor medida, en la previa del mundial.  
Corazones que empezaron a sentir donde estaban con el 2-1 a Bosnia, más allá de los cuestionamientos acerca del planteo utilizado ante un rival que vivió su debut mundialista. 
Corazones que estallaron  en un grito desaforado con el gol de Messi para quebrar la defensa de Irán en el epílogo del partido. 
Corazones que vivieron el ida y vuelta con Nigeria para terminar primeros en el grupo.  
Corazones que conocieron nuevos límites y desafíos con la definición de Di Maria a dos minutos de los penales ante Suiza y  esa jugada que pasó inadvertida en un comienzo, pero que nos asustó aún más en la repetición con el palo y el rebote en el jugador suizo. 
Corazones que recuperaron confianza en los primeros minutos de los cuartos de final frente a Bélgica con el gol del pipita Higuaín. 
Corazones que trabajaron mucho con Holanda en una instancia desconocida para muchos, donde el concepto de equipo más necesitaba. Desde el épico corte del capitán de este barco más allá de no tener la cinta, el inexplicable Mascherano, hasta las atajadas de Romero en los penales, como si nos dieran la posibilidad de revivir la alegría y la revolución que Goyco generó en el mundial de Italia 90. 

En el 86 solo tenía un año y no tengo recuerdos del 90, donde apenas tenía 5. Aparecen flashes del 94 y esa historia de la cual todos conocemos su final. Empezaba la secundaria en el 98 y esa desilusión que no dio a tiempo a reaccionar con el gol de Bergkamp y la derrota en cuartos de final se recordó en este presente desde el instante en el cual se conoció el rival de semifinales de este mundial. En el 2002 la expectativa era muy grande. Recuerdo escuchar la palabra candidato infinidad de veces, pero caímos en el famoso grupo de la muerte y quedamos afuera habiendo recibido un gol de penal y otro de tiro libre, más allá del gran técnico que teníamos. En el 2006, con una renovación de jugadores, gritamos con el alma el gol de Maxi Rodriguez a México y sufrimos como nunca en los penales con Alemania. En el 2010 renovamos las esperanzas pero chocamos con la realidad nuevamente en cuartos de final  ante el mismo rival. Hoy estamos a punto de vivir lo que significa una final. El desempate, si así puede titularse, por ya haberse enfrentado a Alemania en dos finales del mundo. 

Bajo esa magia que tienen los mundiales para dejarnos viajar en nuestra memoria y experimentar aquello que nos va marcando durante la vida, crecemos en esta línea imaginaria que escribe historia cada cuatro años, que nos ayuda a entender dónde estamos y dónde queremos llegar. 
Son sueños. 
Son lágrimas de alegría, de bronca y de aprendizaje. 
Son desahogos. 
Son abrazos incondicionales. 
Son nuestros ojos.
Son quienes nos representan. 
Somos todos. 
Somos Argentina. 
Estamos en la final. 

lunes, 7 de julio de 2014

Cartas Suicidas - Capítulo 1

Hoja blanca, con renglones de finas líneas azules, doblada a la mitad para que entrase en un sobre. Tamaño 160 x 210 mm. Birome azul. Escritura a mano. Letra imprenta.


En la simpleza está la complejidad
“Resulta complejo el solo hecho de empezar a escribir esta carta. En ese camino imaginario de posibles alternativas, esta salida implicaba la última. Me pregunto por donde comenzarán las personas que toman este camino. Imagino aquellas de mente fría, capaces de planificar hasta estos pasos. También seguramente están los más espontáneos, de poca paciencia, ansiosos por llevar adelante la idea y llegar al otro lado, como suele escucharse. Quizás el pensar que mientras estás leyendo estas palabras, la decisión ya está tomada y voy hacia ese otro lugar, le da un valor adicional, como todo lo que parece generar el concepto abstracto de la muerte. Mentiría si no escribiera las veces que dudé antes de tomar la decisión definitiva. Si fuera tan sencillo, el número de personas que optaría por esta salida sería mucho mayor. Lo que cuesta vale, dicen algunos. No puedo afirmarte eso, pero quiero creer que es así. Se que también estás pensando porque tanta planificación frente a la inmensidad de maneras que existen hoy en día para llevar adelante el acto. La respuesta a ese planteo es sencilla y tiene que ver con un momento especifico (de control te diría) para que esta carta llegase a tus manos cuando corresponda según mis estimaciones. Son aproximadamente las 22:15 y estás sentada en la antigua silla a un costado de la puerta, por el impacto que te generó encontrar la carta. Si es así, te pido que camines hasta el pequeño balcón donde compartimos tanto a pesar de su ínfimo espacio para dos personas. Seguro el frío va a cambiar el color de tus mejillas y tus ojos van a mezclar lágrimas con el clima helado que trae el viento. Más allá de eso, cuando levantes la cabeza, tu mirada va a seguir mi cuerpo al dejarse caer para cumplir estas palabras. Es tiempo de dar el salto para evitar dejarte en una posición inevitable por el color de tu pulsera. En la simpleza está la complejidad”

Leé el Capítulo 2

jueves, 8 de mayo de 2014

Un día para la presentación de Castillos de Arena: Las sombras de los sueños cumplidos.

La sombra sobre la arena.
La sombra ante un espejo.
La gran sombra de un auto en una autopista vacía.
La sombra que genera el encuentro de dos cuerpos compartiendo un instante.
La sombra del miedo ante una decisión inevitable.
La sombra que deja un familiar cuando la tierra cubre ese espacio que ya no abandonará físicamente.
La sombra de una injusticia que parece consumirnos por dentro.
La sombra de la opresión que implica un cambio revolucionario.
La sombra de un castillo construido con nuestras manos.
La sombra de un impulso que puede romper un prejuicio.
La sombra de un viaje real o imaginario.
La sombra de la lucha constante que acorrala el cumplimiento de un objetivo.
La pequeña sombra de un bebé dando sus primeros pasos.
La sombra del efecto narcisista de los amantes del poder.
La sombra de lo que queremos ver pero a veces no siempre logramos creer.
La sombra del bastón que nos mantiene de pie en los últimos años de vida.
La sombra del agua cayendo a través de una cascada
La sombra de una cama vacía y un médico con mirada perdida.
La sombra de dos manos unidas en una sola dirección.
La sombra de un disparo en forma de defensa.
La sombra de un puño que busca someter y olvida la igualdad de derechos.
La sombra del sacrificio por cumplir una promesa.
La sombra de un enemigo que nos acecha.   
La sombra del éxito después de haber conocido la cima de una montaña.
La sombra del fracaso y su tendencia a opacar el verdadero esfuerzo realizado.
La sombra momentánea de la felicidad o la tristeza, aún sabiendo que son pasajeras.
La sombra que nos acompaña todos los días.
  

¿Cuánto vale una sombra? En realidad, el poder que tiene va mucho más allá de eso que vemos cuando el sol o la luz impacta sobre nosotros o sobre alguna especie de material. Una sombra es una llave que funciona para entender eso que creemos que nos rodea y a veces no es otra cosa que el mismo peso del cual nos debemos desprender. La sombra puede ser propia o puede tratarse de la materialización de una decisión que de no llevarla adelante termina convirtiéndose en una de esas anclas tan pesadas que pueden dejarnos en el fondo de un enorme y profundo océano. La pregunta que se genera es cómo entender que las sombras no pueden manejarse, sino que están ahí, con la capacidad de desbalancearnos de la noche a la mañana. La solución, sin embargo, no es otra cosa que el movimiento. ¿Quién dijo que dar un paso hacia atrás no resulta positivo? Ese mismo paso puede ser la clave para olvidar esa sombra y avanzar hacia otro destino, incluso con otras armas en caso de tener que enfrentarla nuevamente.
Las sombras forman parte de nuestras vidas, aún en los casos en donde no somos capaces de verlas. Tener los ojos abiertos no implica la acción de mirar. A veces es cuestión de cambiar la perspectiva para hallar ese otro punto de vista que nos deja crecer y encontrar las sombras de nuestra realidad, esas que nos dejan entender lo que tuvimos, lo que aún tenemos y lo que proyectamos tener. Las sombras del ayer, del hoy y del mañana. Las sombras de los sueños cumplidos.

1 día para sumar una nueva sombra por un sueño cumplido.  
1 día para la presentación de mi segunda novela. 
1 día para Castillos de Arena. 

lunes, 31 de marzo de 2014

La construcción de "Castillos de Arena"

Frenar después de avanzar un largo camino funciona como la acción necesaria para entender el espacio donde estamos parados. Existe una imperativa división que define el trayecto recorrido y me refiero a aquello que queremos vivir, no a lo que tenemos que padecer por diferentes motivos. Esos momentos que si elegimos son los que nos hacen sonreír y nos brindan las razones por las cuales seguir, si puede denominarse de esa manera. 

Después de publicar "Espejos Mentales", mi primer paso dentro del mundo literario, apenas pasaron un par de semanas hasta empezar a construir una nueva historia. Es una acción que no necesita de análisis ni razonamientos que impongan una decisión, sino simplemente hacer lo que a uno realmente le gusta más allá de esas responsabilidades que suelen titularse como más importantes, a pesar de no acercarse ni un poco a serlo realmente. 

Así fue que después de algunos días en los cuales volqué ideas lejanas en el papel, opté por una de las tantas historias que formaron parte de mi crecimiento como persona y como escritor. Allá por el año 2003, cuando terminé de escribirla con 18 años, soñé que llegaría a publicarse como libro. Once años más tarde y con infinidad de ríos que cruzaron abajo de miles de puentes, ese momento está por materializarse. 

Pero no saltemos hacia el final sin antes conocer cómo se llegó a ese punto; al fin y al cabo somos lo que aprendemos de nuestro pasado. Después de releer la historia, en abril de 2012, empecé a reescribirla hasta que en Agosto llegó la idea que se convertiría en el eje central de la novela.  

Pensé en llegar para la Feria del Libro de 2013, pero el desarrollo de los personajes centrales de la historia necesitaba de más tiempo. Visité a mi familia que vive en Chile en Febrero de 2013, sin perder de vista el cuaderno para seguir la novela. No importa el contexto en el cual te encuentres, sea de felicidad, tristeza o indiferencia, cuando se trata de esa tranquilidad en el alma que implica hacer lo que amás. 

Apenas 5 días después de haber regresado a la realidad de horarios y responsabilidades, una noticia inesperada, de esas que no avisan ni piden permiso, obligó a adaptarse a nuevas condiciones de vida. Supuestamente era una operación sin mayores riesgos, pero volcar más palabras de las que ya se escribieron y se dijeron, no tiene sentido. Lo único concreto es que ella ya no está presente físicamente. Mi abuela tenía uno de esos espíritus de alegría, de los que suelen transmitirla a su alrededor. como el mayor de sus 9 nietos tengo una inmensa cantidad de recuerdos que fueron (y seguirán siendo) parte de lo que soy hoy y quiero ser mañana. 
Fueron semanas difíciles, donde todo costó mucho más, donde las palabras parecieron haber desaparecido y las hojas de mis viajes en colectivo se mantuvieron en blanco. Más allá del dolor inevitable, fue la novela quien me ayudó a recordar la imperiosa capacidad que tenemos de adaptarnos a un nuevo entorno cuando nos vemos obligados a ello, obviamente sin caer en el acto del olvido. 

El contacto con la muerte me llevó a volcar en palabras dentro de la historia lo que estaba sintiendo y así los renglones volvieron a llenarse sin perder de vista el objetivo. Toda novela de ficción  esconde partes de la memoria de su escritor entre las palabras que elige para contar un relato. 

Volvieron las responsabilidades, con claras intenciones de robar más tiempo aún, pero la historia ya tenía un ritmo que no podía abandonar. En 3 renglones con una frase o varias hojas por capítulos enteros, escribí prácticamente todos los días del año.  A medida que avanzaba, empezaba a sentir que se acercaba el final. Varias personas me preguntaban ¿para cuando la segunda novela? Mi respuesta era siempre la misma, teniendo en cuenta un posible límite que me había puesto: la próxima Feria del Libro. Quizás no se trata de un espacio que puede explicarse hacia un otro, pero ocupa un lugar invaluable en mi memoria desde la primera vez que la conocí. El poder de esos recuerdos que no pierden ni cambian por nada del mundo son los que sobreviven a los intentos del entorno por eliminarlos. 

El 2013 terminó y ese primer segundo del nuevo año acompañó mi mayor deseo. Durante Enero llegó el posible final de una larga historia que repasé en gran parte en las playas de Miramar, otro de los espacios con un poder indescriptible a nivel personal. Después de la corrección general fue momento de registrarlo en la Dirección Nacional del Derecho de Autor, para luego presentar todo en la editorial. Con la tapa casi finalizada y los últimos retoques en cuanto a palabras dentro de la historia, "Castillos de Arena" quedó terminada para mandar a su edición. 

Marzo tuvo mucho movimiento en cuanto a la comunicación con la editorial hasta firmar de forma definitiva la tapa y el interior de la novela. Ahora solo queda esperar que suene el teléfono para escuchar la confirmación y retirar los libros. Ese instante donde por primera vez y para siempre, las manos tocarán la historia que reflejan las páginas y los ojos recorrerán las palabras que identifican como único a "Castillos de Arena". Más adelante llegará el tiempo de la presentación al mundo y la participación en una nueva Feria del Libro como escritor. 

En medio de esa larga lista de acciones que parecen obligarnos a vivir cada día, existe al menos una del otro lado de la balanza con el poder de mostrar una lucha incesante para encontrar el camino que queremos. A veces requieren de más tiempo, implican un extenso camino hasta alcanzarlos e incluso parecen desaparecer en más de una oportunidad, pero la suma de todos esos puntos afirman todavía más que a pesar de que pueden nacer con nosotros o aparecer en ciertos momentos de nuestras vidas, siempre se llegará a la conclusión de que los sueños se construyen antes de ser realidad. 

Viernes 9 de mayo: Presentación de "Castillos de Arena"
Domingo 11 de mayo: Participación en la 40° Feria del Libro. 

martes, 21 de enero de 2014

Cuando el silencio grita el final del principio

Después de ese lunes 5 de marzo de 2012, día en el cual presenté "Espejos Mentales" acompañado de una lluvia torrencial en la ciudad, apareció la sensación y el deseo de subir la apuesta en una segunda novela. En realidad, y después de cumplir un sueño que uno mantiene vivo durante tanto tiempo, llega un punto de inflexión en donde ese espacio en la mente que nos hace seguir soñando exige llenarse de nuevo, siendo el acto de soñar lo que nos mantiene despiertos.  Quizás es fácil de escribir, pero muy difícil de alcanzar, sabiendo que  los sueños no se compran ni se prestan e incluso a veces nos engañan haciéndonos creer algo que no son.

Casi dos años después, tiempo durante el cual la vida planteó diferentes situaciones, llegó  el punto final de esa lejana idea. Sin importar el color de la realidad adaptándose a nuevas condiciones, la historia nunca dejó de avanzar como fiel reflejo a la vida misma. Esa lista tangible de palabras abstractas que nos rodean como la felicidad, la tristeza, la injusticia y la muerte,  terminaron siendo fundamentales para el desarrollo y la construcción de la novela.  Los personajes forjaron su identidad, el contexto de la historia creó sus pilares más importantes y los capítulos entendieron lo que debían ser para sobrevivir.

La extensa cantidad de títulos se limitó hasta alcanzar ese que reflejase la esencia de la novela: "Castillos de Arena".  Y en medio de un camino a punto de desaparecer quien sabe hacia donde, con el reloj marcando casi las tres de la mañana hace un par de noches atrás, llegó la última oración con esas armas infalibles, las más peligrosas que nos rodean por su poder ilimitado y sus inminentes consecuencias: las palabras. El punto final en la hoja de la novela solo significó un principio.

Ahora llega el después, el momento de subir aún más la apuesta para llevar la historia más allá de los límites que alguien decidió definir algún día, pero que claramente se construyeron para encontrar las maneras de cruzarlos. En un presente que parece obligarnos a sobrevivir, ¿cuáles de esos límites  estarías dispuesto a romper para defender ese espacio que vive de sueños?
Cuando el silencio grita el final del principio es tiempo de buscar los caminos que permitan escucharlo.