Lunes a la mañana después de haber jugado una final del mundo. Me tomo el 24 como todos los días. Hay caras largas, como si nos faltara algo que sentíamos nuestro. Ante la inmensidad de opiniones, criticas, comentarios, demostraciones de lo que somos como sociedad y sensaciones que recorren el cuerpo, la mente y el corazón, sentí la necesidad de escribir algunas palabras, a pesar de que tienen un peso especial mientras van apareciendo.
Lo primero que me salió escribir ayer fue el hecho de que resulta sencillo criticar y echar culpas cuando no se alcanza el objetivo final, aún sabiendo que se hicieron las cosas bien. Somos una sociedad a la cual le gusta opinar de lo que sea, que se deja llevar por la situación sin medir las consecuencias, más allá de conocer o no el tema sobre el cual se está hablando. Los mundiales son un ejemplo claro de esto por el ambiente que se genera, las ilusiones que se renuevan y el sentimiento de unión que durante un mes tiene el poder de opacar otras noticias. Desde que empezamos a hablar del sorteo (sin dudas y sin desprestigiar rivales, quizás el más sencillo que le tocó a Argentina en los últimos tiempos) hasta la imagen de miradas perdidas de los jugadores esperando recibir su medalla de plata ayer. Una medalla que hacia rato no alcanzábamos. No se explica, sino que simplemente se siente.
Apenas terminó el partido, todos empezamos a escribir y volcar sensaciones únicas y muy personales de lo que estábamos viviendo. Desde el lugar pasional desde el cual vivimos, más aún cuando se refiere a cosas como este deporte, nos resulta inevitable expresarnos. Soy de los que cree que del dolor se forman las personas, se saca lo mejor de uno mismo con el tiempo y se entiende hacia dónde se quiere llegar. Si solo fuéramos felices ni siquiera sabríamos lo que eso significa.
El sueño de ser campeones del mundo ya suena enorme con solo escribirlo. Como escribí el viernes antes de jugar la final, ayer fue la primera que viví con verdadero uso de razón (tenía solo 5 años en la final del 90) y apenas fue la 5° que jugó Argentina en 84 años de historia de los mundiales. Los números a veces nos ayudan a entender la magnitud de algunos logros.
Hablando estrictamente de lo fútbolistico, creo que se hicieron las cosas muy bien contra el mejor equipo del momento, que hace rato llegaba a semifinales y trabajaba para esto. Tuvimos las situaciones para sumar una nueva estrella, pero fallamos en ese toque final que a veces cambia la historia. Todos sentimos el golpe del gol a solo 6 minutos de terminar el segundo tiempo del alargue. Lo primero que se nos cruzó por la cabeza es nos robaron la ilusión y lo que parecía felicidad se transformó en tristeza. Gritamos el gol de Higuaín por la decisión de seguirlo por parte de quién manejaba las cámaras aún sabiendo que había parecido offside en el momento en el cual sale el pase. Sentimos el cansancio cuando terminaron los 90 y había que jugar otro alargue. Cuestionamos los cambios de Sabella. Buscamos entender cómo no terminaron en gol esas jugadas tan claras que en una final no se pueden fallar.
Y de repente, terminó. Como todas las cosas felices que vivimos durante nuestras vidas, se haya o no llegado al resultado deseado. Mantuvimos la esperanza hasta la última pelota en el minuto 122 con un tiro libre al borde del área en la final del mundial. Ni el más optimista podría haber pronosticado la escena. Quienes no conocían a Mascherano, hoy saben lo que es. Quienes hablan de fracaso o critican a ciertos jugadores, respeto sus opiniones, pero no las comparto porque no todos los días se llega a una instancia así. El resultado final no borra lo que ya se escribió. Momentos como el que viví con mis hermanos en los penales con Holanda ya no se olvidan más y son de los que uno elige guardar.
Vivimos en un país raro, diferente e inexplicable en muchos aspectos. Ayer a la noche canal 9 pasaba imágenes resumiendo el mundial, en Telefe cocinaban con MasterChef, en Tv Pública Maradona analizaba el partido y en Canal 13 parecía el fin del mundo con una escena repetida en el obelisco, que si pondrían imágenes de archivo sería lo mismo. Creo que el mayor problema es que aún no podemos reconocerlo, que nos parece tan normal que no logramos definir su magnitud. Podemos intentar analizarlo, pero siempre se llegará al peligroso límite del "somos así"; como si fuera terminantemente prohibido cruzarlo.
Terminó el mundial. Terminó ese mes mágico, que tanto para los que amamos el fútbol como para los que no, resulta lleno de sensaciones y esperamos tanto durante 4 años. Nos costó 24 volver a alcanzarla, la jugamos, la vivimos y la sufrimos. Siento que ganamos mucho más de lo que perdimos en este día tan extraño, como lo fue durante el antes y como lo será de ahora en más.
El día después de la final.
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