lunes, 31 de marzo de 2014

La construcción de "Castillos de Arena"

Frenar después de avanzar un largo camino funciona como la acción necesaria para entender el espacio donde estamos parados. Existe una imperativa división que define el trayecto recorrido y me refiero a aquello que queremos vivir, no a lo que tenemos que padecer por diferentes motivos. Esos momentos que si elegimos son los que nos hacen sonreír y nos brindan las razones por las cuales seguir, si puede denominarse de esa manera. 

Después de publicar "Espejos Mentales", mi primer paso dentro del mundo literario, apenas pasaron un par de semanas hasta empezar a construir una nueva historia. Es una acción que no necesita de análisis ni razonamientos que impongan una decisión, sino simplemente hacer lo que a uno realmente le gusta más allá de esas responsabilidades que suelen titularse como más importantes, a pesar de no acercarse ni un poco a serlo realmente. 

Así fue que después de algunos días en los cuales volqué ideas lejanas en el papel, opté por una de las tantas historias que formaron parte de mi crecimiento como persona y como escritor. Allá por el año 2003, cuando terminé de escribirla con 18 años, soñé que llegaría a publicarse como libro. Once años más tarde y con infinidad de ríos que cruzaron abajo de miles de puentes, ese momento está por materializarse. 

Pero no saltemos hacia el final sin antes conocer cómo se llegó a ese punto; al fin y al cabo somos lo que aprendemos de nuestro pasado. Después de releer la historia, en abril de 2012, empecé a reescribirla hasta que en Agosto llegó la idea que se convertiría en el eje central de la novela.  

Pensé en llegar para la Feria del Libro de 2013, pero el desarrollo de los personajes centrales de la historia necesitaba de más tiempo. Visité a mi familia que vive en Chile en Febrero de 2013, sin perder de vista el cuaderno para seguir la novela. No importa el contexto en el cual te encuentres, sea de felicidad, tristeza o indiferencia, cuando se trata de esa tranquilidad en el alma que implica hacer lo que amás. 

Apenas 5 días después de haber regresado a la realidad de horarios y responsabilidades, una noticia inesperada, de esas que no avisan ni piden permiso, obligó a adaptarse a nuevas condiciones de vida. Supuestamente era una operación sin mayores riesgos, pero volcar más palabras de las que ya se escribieron y se dijeron, no tiene sentido. Lo único concreto es que ella ya no está presente físicamente. Mi abuela tenía uno de esos espíritus de alegría, de los que suelen transmitirla a su alrededor. como el mayor de sus 9 nietos tengo una inmensa cantidad de recuerdos que fueron (y seguirán siendo) parte de lo que soy hoy y quiero ser mañana. 
Fueron semanas difíciles, donde todo costó mucho más, donde las palabras parecieron haber desaparecido y las hojas de mis viajes en colectivo se mantuvieron en blanco. Más allá del dolor inevitable, fue la novela quien me ayudó a recordar la imperiosa capacidad que tenemos de adaptarnos a un nuevo entorno cuando nos vemos obligados a ello, obviamente sin caer en el acto del olvido. 

El contacto con la muerte me llevó a volcar en palabras dentro de la historia lo que estaba sintiendo y así los renglones volvieron a llenarse sin perder de vista el objetivo. Toda novela de ficción  esconde partes de la memoria de su escritor entre las palabras que elige para contar un relato. 

Volvieron las responsabilidades, con claras intenciones de robar más tiempo aún, pero la historia ya tenía un ritmo que no podía abandonar. En 3 renglones con una frase o varias hojas por capítulos enteros, escribí prácticamente todos los días del año.  A medida que avanzaba, empezaba a sentir que se acercaba el final. Varias personas me preguntaban ¿para cuando la segunda novela? Mi respuesta era siempre la misma, teniendo en cuenta un posible límite que me había puesto: la próxima Feria del Libro. Quizás no se trata de un espacio que puede explicarse hacia un otro, pero ocupa un lugar invaluable en mi memoria desde la primera vez que la conocí. El poder de esos recuerdos que no pierden ni cambian por nada del mundo son los que sobreviven a los intentos del entorno por eliminarlos. 

El 2013 terminó y ese primer segundo del nuevo año acompañó mi mayor deseo. Durante Enero llegó el posible final de una larga historia que repasé en gran parte en las playas de Miramar, otro de los espacios con un poder indescriptible a nivel personal. Después de la corrección general fue momento de registrarlo en la Dirección Nacional del Derecho de Autor, para luego presentar todo en la editorial. Con la tapa casi finalizada y los últimos retoques en cuanto a palabras dentro de la historia, "Castillos de Arena" quedó terminada para mandar a su edición. 

Marzo tuvo mucho movimiento en cuanto a la comunicación con la editorial hasta firmar de forma definitiva la tapa y el interior de la novela. Ahora solo queda esperar que suene el teléfono para escuchar la confirmación y retirar los libros. Ese instante donde por primera vez y para siempre, las manos tocarán la historia que reflejan las páginas y los ojos recorrerán las palabras que identifican como único a "Castillos de Arena". Más adelante llegará el tiempo de la presentación al mundo y la participación en una nueva Feria del Libro como escritor. 

En medio de esa larga lista de acciones que parecen obligarnos a vivir cada día, existe al menos una del otro lado de la balanza con el poder de mostrar una lucha incesante para encontrar el camino que queremos. A veces requieren de más tiempo, implican un extenso camino hasta alcanzarlos e incluso parecen desaparecer en más de una oportunidad, pero la suma de todos esos puntos afirman todavía más que a pesar de que pueden nacer con nosotros o aparecer en ciertos momentos de nuestras vidas, siempre se llegará a la conclusión de que los sueños se construyen antes de ser realidad. 

Viernes 9 de mayo: Presentación de "Castillos de Arena"
Domingo 11 de mayo: Participación en la 40° Feria del Libro. 

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