martes, 3 de julio de 2012

Falsa llamada


-Juan... ¿te podés apurar? ¡Tenemos que desaparecer antes que vuelva!
-¡Pará Manuel! No podemos equivocarnos. Sabes muy bien lo que nos puede pasar.
-¿Te volviste loco? La policía va a llegar en cualquier momento. ¿No viste la cara de la vieja de enfrente  cuando entramos al edificio? Se dio cuenta. Nos va a botonear.
-Que pendejo que sos ¿Para que agarraste este laburo?- se acerco hacia él-¡Contestame!-
-Necesito la guita y mi vieja esta enferma.
-¿Tu vieja? ¿Sabes lo que me importa tu vieja? ¿Queres irte? Anda. Dejame. Me da lo mismo.
Tras un silencio que pareció estirarse demasiado, respondió
-Esta bien. Me quedo, pero apurate en encontrar esos papeles y nos vamos.
Mientras Juan buscaba, Manuel caminaba por el lugar mostrando gestos de nerviosismo.
-Nene, ¿no podés quedarte quieto un segundo?- preguntó de manera impaciente.
Manuel no alcanzó a responder.  Perdió el equilibrio y cayó, golpeando duramente su cabeza con el suelo.
-¿Y ahora que tenés? ¡Manuel! ¡Decime algo! ¡Manuel!- se arrodilló a su lado esperando una respuesta.  Al tomarle el pulso, se dio cuenta que sus gritos eran en vano: ya había muerto. Revisó sus bolsillos y encontró al culpable.
-Le dije que tenia que dejarla, lo iba a terminar matando... ¿Y ahora donde lo meto?- Arrastró el cadáver hacia el armario y continuó su búsqueda.
-¡Acá están!- Gritó como si alguien más estuviera a su lado y escondió los papeles en un bolsillo de su campera. Caminó hasta la  puerta, recorrió  el lugar por ultima vez  con su mirada y cuando tomó el picaporte para escapar, alguien tocó el timbre. La expresión de Juan cambió por completo. Trató de calmarse antes de responder el llamado.
-¿Si? ¿Quien es?
-Claudia, la portera.
-¿Qué necesita?
-¿Sos vos Julián?- La mujer forcejeó para abrir la puerta, pero Juan presionaba desde adentro- ¿Qué pasa? ¿Quién esta ahí?
-Si Claudia. Tranquila. Soy Julián, pero estoy ocupado – intentó mostrar seguridad en las palabras, pero claramente no le salió como esperaba.  
-Necesito entrar- empujó la puerta y lo vio. Juan cerró y se interpuso entre la mujer y la única salida-¿Qué queres acá?- Dijo mientras agarraba el teléfono rojo, antiguo con ese cable parecido a los fideos.
-Deja eso donde estaba- sacó su arma y apuntó-¡No voy a repetirlo!
-Está bien, por favor...- El disparo pareció haber retumbado en todo el edificio. Juan reaccionó una milesima de segundo más tarde.
-Pero... ¿qué hice? – “¡La maté!” su mente no dejaba de repetirse aquellas palabras. Verificó si estaba con vida, pero la bala había atravesado el pecho. La sangre se esparció por el suelo, cubriendo una gran parte de él. Juan la levantó y la metió en el armario junto al cuerpo de Manuel. Limpió rápidamente las manchas de sangre con el primer trapo que encontró en el baño y volvió a revisar el lugar.  
“Voy preso por esto, de esta no me salvo...” El sonido del teléfono frenó sus pensamientos. Después de escucharlo sonar cuatro veces, se encendió el contestador:
“Ya sé que estas ahí. No me queres atender, me da lo mismo. ¿Te volviste loco? Si lo hubieras cuidado, lo tendría conmigo ahora. Y la pobre mujer, ¿era necesario?. Deberías haberlo pensado dos veces. No se lo merecía. En un minuto estoy en tu casa, esperame”
Juan se acercó a la ventana y miró hacia fuera. El auto de color gris oscuro estacionaba justo en la puerta del edificio. Un hombre bien vestido y aferrando un maletín en una de sus manos bajó a toda velocidad. Juan esperaba el sonido del portero eléctrico, pero el silencio afirmó que aquel visitante tenía llave. Miró en todas direcciones y no encontró otra salida. Se sintió ahogado.  La presión lo había superado. Apoyó el arma en su cabeza y cerró sus ojos. Al mismo tiempo que caía, el hombre con el maletín ingresaba en el departamento.
-¿Qué...?- Dos patrulleros frenaron en ese instante en la cuadra. Sin  salir de su asombro y aún con la puerta abierta del departamento, alcanzó a ver como varios agentes ingresaban al lugar. Uno de ellos se le acercó.
-¿Sabe algo de lo que pasó acá?
Tardó varios segundos en responder
-No, que se yo. Vivo acá con un amigo. Entré y el cuerpo ya estaba en el piso...
Un policía interrumpió la conversación.
-Hay dos cadáveres en el armario. Y un mensaje en el contestador
Apenas terminaron de escucharlo, el agente lo miró fijamente.
-¿Seguro que no sabes nada? Ese tipo del contestador sos vos...
-Si, pero no tiene nada que ver con esto. Yo me refería a mi perro que murió ayer por su culpa. Y  la mujer a la que hago referencia es Laura, a quien él dejo hace unos días-
Los agentes que se movían por el espacio se miraron desconcertados.
-Nos va a tener que acompañar...
-¡Si no tengo nada que ver! Ni siquiera conozco a estos hombres...
-El que usted vió en el suelo se suicidó, seguramente al escuchar sus palabras en el contestador. ¿No le parece que hubiera actuado de otra  manera si sabia todo eso que nos cuenta?
-¿Qué está diciendo? Es una gran confusión...
-Tiene razón. Va a venir con nosotros... – un policía lo esposó, y una vez en la calle una mano lo ayudó a bajar la cabeza para entrar en el auto.
El agente que se acomodó en el asiento del conductor miró a su compañero y luego al hombre del maletín. 
-Te hubieras inventado una idea un poco más inteligente...
-¡No! ¡No hice nada! ¡Soy inocente!
Mientras el patrullero se alejaba, dos mujeres entre la multitud negaban con la cabeza mientras comentaban la situación.   
- Parece que mataron a Claudia. Dos hombres entraron al segundo piso.
- Menos mal que no estabamos. Que inseguridad. Cada vez estamos peor. ¿En el departamento de Julián?
- Si. ¿Que racha, no? Pobre... no tiene idea lo que le espera cuando vuelva a su casa. Ayer gritando que se le moría el perro mientras su novia Laurita dejaba el departamento bañada en lágrimas.              

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