-Juan... ¿te
podés apurar? ¡Tenemos que desaparecer antes que vuelva!
-¡Pará Manuel!
No podemos equivocarnos. Sabes muy bien lo que nos puede pasar.
-¿Te volviste
loco? La policía va a llegar en cualquier momento. ¿No viste la cara de la
vieja de enfrente cuando entramos al edificio? Se dio cuenta. Nos va a
botonear.
-Que pendejo que
sos ¿Para que agarraste este laburo?- se acerco hacia él-¡Contestame!-
-Necesito la
guita y mi vieja esta enferma.
-¿Tu vieja?
¿Sabes lo que me importa tu vieja? ¿Queres irte? Anda. Dejame. Me da lo mismo.
Tras un silencio
que pareció estirarse demasiado, respondió
-Esta bien. Me
quedo, pero apurate en encontrar esos papeles y nos vamos.
Mientras Juan
buscaba, Manuel caminaba por el lugar mostrando gestos de nerviosismo.
-Nene, ¿no podés
quedarte quieto un segundo?- preguntó de manera impaciente.
Manuel no
alcanzó a responder. Perdió el equilibrio y cayó, golpeando duramente su
cabeza con el suelo.
-¿Y ahora que
tenés? ¡Manuel! ¡Decime algo! ¡Manuel!- se arrodilló a su lado esperando una
respuesta. Al tomarle el pulso, se dio cuenta que sus gritos eran en
vano: ya había muerto. Revisó sus bolsillos y encontró al culpable.
-Le dije que
tenia que dejarla, lo iba a terminar matando... ¿Y ahora donde lo meto?-
Arrastró el cadáver hacia el armario y continuó su búsqueda.
-¡Acá están!-
Gritó como si alguien más estuviera a su lado y escondió los papeles en un
bolsillo de su campera. Caminó hasta la puerta, recorrió el lugar
por ultima vez con su mirada y cuando tomó el picaporte para escapar,
alguien tocó el timbre. La expresión de Juan cambió por completo. Trató de
calmarse antes de responder el llamado.
-¿Si? ¿Quien es?
-Claudia, la
portera.
-¿Qué necesita?
-¿Sos vos Julián?-
La mujer forcejeó para abrir la puerta, pero Juan presionaba desde adentro-
¿Qué pasa? ¿Quién esta ahí?
-Si Claudia.
Tranquila. Soy Julián, pero estoy ocupado – intentó mostrar seguridad en las
palabras, pero claramente no le salió como esperaba.
-Necesito
entrar- empujó la puerta y lo vio. Juan cerró y se interpuso entre la mujer y
la única salida-¿Qué queres acá?- Dijo mientras agarraba el teléfono rojo,
antiguo con ese cable parecido a los fideos.
-Deja eso donde
estaba- sacó su arma y apuntó-¡No voy a repetirlo!
-Está bien, por
favor...- El disparo pareció haber retumbado en todo el edificio. Juan
reaccionó una milesima de segundo más tarde.
-Pero... ¿qué
hice? – “¡La maté!” su mente no dejaba de repetirse aquellas palabras. Verificó
si estaba con vida, pero la bala había atravesado el pecho. La sangre se
esparció por el suelo, cubriendo una gran parte de él. Juan la levantó y la
metió en el armario junto al cuerpo de Manuel. Limpió rápidamente las manchas
de sangre con el primer trapo que encontró en el baño y volvió a revisar el
lugar.
“Voy preso por
esto, de esta no me salvo...” El sonido del teléfono frenó sus pensamientos.
Después de escucharlo sonar cuatro veces, se encendió el contestador:
“Ya sé que estas
ahí. No me queres atender, me da lo mismo. ¿Te volviste loco? Si lo hubieras
cuidado, lo tendría conmigo ahora. Y la pobre mujer, ¿era necesario?. Deberías
haberlo pensado dos veces. No se lo merecía. En un minuto estoy en tu casa,
esperame”
Juan se acercó a
la ventana y miró hacia fuera. El auto de color gris oscuro estacionaba justo
en la puerta del edificio. Un hombre bien vestido y aferrando un maletín en una
de sus manos bajó a toda velocidad. Juan esperaba el sonido del portero eléctrico,
pero el silencio afirmó que aquel visitante tenía llave. Miró en todas
direcciones y no encontró otra salida. Se sintió ahogado. La presión lo
había superado. Apoyó el arma en su cabeza y cerró sus ojos. Al mismo tiempo
que caía, el hombre con el maletín ingresaba en el departamento.
-¿Qué...?- Dos
patrulleros frenaron en ese instante en la cuadra. Sin salir de su
asombro y aún con la puerta abierta del departamento, alcanzó a ver como varios
agentes ingresaban al lugar. Uno de ellos se le acercó.
-¿Sabe algo de
lo que pasó acá?
Tardó varios
segundos en responder
-No, que se yo.
Vivo acá con un amigo. Entré y el cuerpo ya estaba en el piso...
Un policía
interrumpió la conversación.
-Hay dos
cadáveres en el armario. Y un mensaje en el contestador
Apenas terminaron
de escucharlo, el agente lo miró fijamente.
-¿Seguro que no
sabes nada? Ese tipo del contestador sos vos...
-Si, pero no
tiene nada que ver con esto. Yo me refería a mi perro que murió ayer por su
culpa. Y la mujer a la que hago referencia es Laura, a quien él dejo hace
unos días-
Los agentes que
se movían por el espacio se miraron desconcertados.
-Nos va a tener
que acompañar...
-¡Si no tengo
nada que ver! Ni siquiera conozco a estos hombres...
-El que usted
vió en el suelo se suicidó, seguramente al escuchar sus palabras en el
contestador. ¿No le parece que hubiera actuado de otra manera si sabia
todo eso que nos cuenta?
-¿Qué está
diciendo? Es una gran confusión...
-Tiene razón. Va
a venir con nosotros... – un policía lo esposó, y una vez en la calle una mano
lo ayudó a bajar la cabeza para entrar en el auto.
El agente que se
acomodó en el asiento del conductor miró a su compañero y luego al hombre del
maletín.
-Te hubieras
inventado una idea un poco más inteligente...
-¡No! ¡No hice
nada! ¡Soy inocente!
Mientras el
patrullero se alejaba, dos mujeres entre la multitud negaban con la cabeza
mientras comentaban la situación.
- Parece que
mataron a Claudia. Dos hombres entraron al segundo piso.
- Menos mal que
no estabamos. Que inseguridad. Cada vez estamos peor. ¿En el departamento de
Julián?
- Si. ¿Que
racha, no? Pobre... no tiene idea lo que le espera cuando vuelva a su casa.
Ayer gritando que se le moría el perro mientras su novia Laurita dejaba el
departamento bañada en lágrimas.