miércoles, 1 de abril de 2020

Cuentos en Cuarentena: "Paranoia"

Día 1237. La pared ya no tiene más lugar para marcas. El sillón se convirtió en el nuevo armario oficial. Las alacenas solo tienen alguna lata de arvejas o una caja de arroz, después de esos días de batalla en supermercados. El agua de la canilla apenas sale con presión y ya olvidé la última ducha. Solo queda la radio, en una sola frecuencia, con transmisiones esporádicas desde distintos lugares del mundo. Las señales de telefonía celular desaparecieron semanas atrás, la televisión se transformó en un espejo y  la conexión a internet colapsó después de varias advertencias. La luz tenía sus momentos, las pilas se agotaron y solo puedo escuchar Keep Yourself Alive de Queen en un mp3 con botones rotos que encontré en uno de los cajones que nunca se ordenan. Los libros volvieron a ocupar un lugar tan relevante como esencial, siendo los únicos capaces de transmitir ideas y de hablar con sus palabras. Levantar la persiana es una misión casi imposible: me visto con el traje especial y la máscara que inventé para no respirar el aire contaminado. El silencio parecía hablar como nunca antes lo había hecho.  No tengo noción de la última conversación con otro ser humano. Aún recuerdo los primeros días del “Aislamiento social y obligatorio”: ese título innovador por el cual los gobiernos de distintas partes del mundo decretaron el principio del fin. El virus nunca fue más peligroso que la paranoia que generó en la sociedad. Los falsos números, las víctimas, el manejo de los medios y el descontrol de la economía, solo fueron algunos de los puntos que construyeron el “nuevo mundo”. Controlar la curva, tenemos que controlar la curva. Y así nos convencieron a todos, o al menos a una gran mayoría. Sin transportes terrestres, sin barcos, sin aviones. Con miedo entre nosotros, miedo a respirar cerca de un otro o tocar aquello que otro ya había tocado.  La noción del tiempo y el espacio cambió como si lo abstracto dejara de serlo, como si pudiéramos sentir y ver a ambos de otra manera. Los animales volvieron a las calles, recuperando un espacio que quizás nunca debieron haber perdido. Dejamos de tener control y nunca nos habíamos preparado para eso. El error fue pensar que alguna vez lo tuvimos, cuando solo una minoría supo la verdad. Aún no sabemos el motivo de nuestras transmisiones, después de más de tres años en cuarentena. ¿Esperanza? ¿Realidad? ¿Leyenda? ¿Resignación? A los pocos que seguro quedamos con vida, les pedimos que sigan así, que no dejen de intentarlo. La vida que teníamos, donde la libertad era protagonista, no va a regresar. Solo nos queda adaptarnos, como en distintos momentos de nuestro camino. Adaptarnos para sobrevivir y seguir escribiendo historia. 

Subió el volumen de la radio para terminar y ese sonido al no encontrar la frecuencia deseada, ocupó el lugar de sus palabras. Los aplausos invadieron la pantalla desde los distintos espacios tecnológicos que cada compañero ocupaba en la sala compartida de manera virtual.

- Excelente trabajo. Tomaste en serio la experiencia de transmitirla – la profesora de la clase de teatro lo felicitó sumándose a los aplausos que se veían en el monitor – Solo esperemos nunca llegar a eso, ¿no? Gracias a todos. Quédense en casa. Nos conectamos la semana que viene.

Logró esbozar una sonrisa, saludó hacia la cámara y se desconectó. Se acercó a la ventana para tratar de ver algo a través de la persiana completamente cerrada. Se cambió la remera, eligiendo una del sillón y caminó a la cocina para agarrar una lata de arvejas y una cuchara, antes de volver a ´su habitación. Abrió uno de los cajones del escritorio para buscar su mp3 y los auriculares. Mientras sonaba Keep Yourself Alive, cerró los ojos con el mismo deseo de su profesora. Ojalá nunca lleguemos a ese nivel de paranoia.

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