Fue un sábado a la mañana, allá por el año 2003. Fines de Julio si mal no recuerdo. Pleno invierno pero con clima primaveral. Habías jugado un partido con Bami, esos colores amarillo y negro que aún perduran como la primera vez ante cada oportunidad de representarlos. Fue triunfo jugando de local en la misma cancha donde hoy seguís disfrutando este deporte. Nos acercamos con mamá a felicitarte y segundos después llegó una oportunidad: la posibilidad de jugar en AFA vs Boca, River, San Lorenzo y muchísimos más equipos. Ante la pregunta de cuándo arrancar, la respuesta fue un ya mismo. La 8° División de Hebraica jugaba vs Platense en el gimnasio de la sede de Hacoaj en menos de dos horas.
Se acercaba el mediodía, recién habías terminado de jugar un partido pero ya estabas pensando en el próximo. Aquel año fue el primero de esos donde jugabas entre 4 y 5 partidos por fin de semana. En tus categorías y en otras también. El único límite era el juez marcando el pitido final, aunque vos siempre buscaras una pelota más. Papá te llevaba a todos lados y ahí estábamos acompañándote.
Llegamos al gimnasio de Hacoaj y todo parecía distinto. Te pusiste otra camiseta, la de Hebraica, por primera vez, pero no fue ningún impedimento para hacer lo que más te gusta: jugar futsal. Esto va mucho más allá de una camiseta. Es quien sos. Tu lugar. Tu espacio. Donde demostrás, hace ya 12 años (10 en Hebraica y 2 en Bami), que la sorpresa nunca termina, que lo imposible no existe y que siempre hay tiempo para escribir un capítulo más en la historia.
Ese día Hebraica ganó 7-1 y gritaste dos goles. Uno de ellos dejando a un rival por el camino y definiendo arriba de izquierda a derecha, como hoy en día seguís haciendo. Me acuerdo la sonrisa que tenías cuando te fuimos a abrazar después del partido. Esas sonrisas genuinas, con valor propio para tallarse en el espacio tiempo. Hoy te veo, como también te ven muchos, representar semana a semana a Hebraica en primera y es como una fuente inagotable de ese tipo de sonrisas, sorpresas, vértigo, tensiones, alegrías, broncas y festejos. Esa mezcla de sensaciones generás dentro de una cancha delimitada por un tamaño reglamentario, pero que superan todo límite por la clase de persona que sos. Al fin y al cabo, no se habla solo de jugadores sino de personas.
Seguramente no hablo solo por mí cuando afirmo que es un lujo verte todos los fines de semana jugando futsal. Tercer torneo consecutivo que llegas a la cima de goleadores, generando una gran cantidad de festejos y gritos de euforia en muchos de los que siempre estamos ahí y los que siguen a Hebraica por otros medios. Pasaron muchos partidos y pasarán más, con triunfos épicos y derrotas que enseñan a valorar las victorias o las actuaciones que no pierden prestigio por un mero resultado, pero si de algo estoy seguro y es que aún restan muchos capítulos por escribir en este deporte que amás, que refleja lo que sos dentro y fuera de la cancha. Que lindo es verte jugar futsal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario