Se acercaba el mediodía, recién habías terminado de jugar un partido pero ya estabas pensando en el próximo. Aquel año fue el primero de esos donde jugabas entre 4 y 5 partidos por fin de semana. En tus categorías y en otras también. El único límite era el juez marcando el pitido final, aunque vos siempre buscaras una pelota más. Papá te llevaba a todos lados y ahí estábamos acompañándote.
Llegamos al gimnasio de Hacoaj y todo parecía distinto. Te pusiste otra camiseta, la de Hebraica, por primera vez, pero no fue ningún impedimento para hacer lo que más te gusta: jugar futsal. Esto va mucho más allá de una camiseta. Es quien sos. Tu lugar. Tu espacio. Donde demostrás, hace ya 12 años (10 en Hebraica y 2 en Bami), que la sorpresa nunca termina, que lo imposible no existe y que siempre hay tiempo para escribir un capítulo más en la historia.

Seguramente no hablo solo por mí cuando afirmo que es un lujo verte todos los fines de semana jugando futsal. Tercer torneo consecutivo que llegas a la cima de goleadores, generando una gran cantidad de festejos y gritos de euforia en muchos de los que siempre estamos ahí y los que siguen a Hebraica por otros medios. Pasaron muchos partidos y pasarán más, con triunfos épicos y derrotas que enseñan a valorar las victorias o las actuaciones que no pierden prestigio por un mero resultado, pero si de algo estoy seguro y es que aún restan muchos capítulos por escribir en este deporte que amás, que refleja lo que sos dentro y fuera de la cancha. Que lindo es verte jugar futsal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario