La pelota del primer penal ya pasó por arriba del travesaño. Ambos equipos erraron en el inicio pero ya se percibe el resultado, como si estuviera escrito en los libros de la historia. Los penales no tienen nada que ver con esto igual, son circunstancias de un deporte o la vida misma. Azar para uno, inteligencia para otros. Si no nos equivocáramos, no entenderíamos nada.
Creo que el análisis, si es que podemos hacer alguno, empieza en el peso que tiene el análisis en sí mismo; las bases sobre las cuales construimos todo esto. ¿Cómo llegamos hasta acá? Tenemos un don para destruir aquello que parece indestructible. ¿Cómo lo hacemos? Siempre comparando, siempre desde supuestos y desde esa horrible sensación de sentirnos los mejores en todo. Con esas premisas, el resultado parece inevitable. Si querés resultados distintos, no hagas siempre lo mismo. Hablando de la final en sí, podemos tratar de entender el planteo de Martino o buscar explicaciones en situaciones que ya quedan en la historia como las oportunidades de Higuaín, cada una en un contexto diferente pero con el mismo y triste final. Somos especialistas en echar culpas, aún sabiendo que es un pilar de esa autodestrucción.
Nos esforzamos en transmitir que no sirve nada de lo que hagas, si el resultado no es positivo. Siempre hay cosas para corregir, incluso más con las derrotas, pero cuando se cruza la línea del ganar o fracaso, las chances de perder aumentan. Alguien alguna vez dijo que el fin justifica los medios y vivimos en un país donde esa frase parece ser nuestro lema. El fútbol en sí es un deporte injusto, donde podés ganar con un gol que no existe o un penal por una decisión que le pareció a un juez. El capitán levanta la copa y lo demás ya se olvida. El arte de criticar, disfrutar de la desgracia ajena y pisar al rival.
Me acuerdo cuando escribí las sensaciones después de haber perdido la final del mundial. La ilusión siempre se renueva porque la necesitamos, buscamos nuevos desafíos y tratamos de alcanzarlos. No somos y nunca seremos perfectos, pero esta realidad autodestructiva, que se ve en este caso en el fútbol a pesar de tener al mejor, está cumpliendo su objetivo (o lo cumplió si jugadores como Messi y Mascherano respetan su decisión de dar por terminada su historia con la selección). Es como si levantar una estatua y rendir un homenaje a los grandes, solo valiese cuando ya no están. Me pregunto si no es demasiado tarde.
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