Una demora por un posible descarrilamiento de un tren, produce una larga espera en la
estación. Muchas personas afectadas se rinden ante aquella razón que cambia la
rutina de sus mañanas en el viaje hacia sus trabajos. Se ven obligados a buscar
variantes para llegar a su destino. El colectivo más cercano recibe pasajeros
que no acostumbran a utilizarlo. De esta manera, se llena más rápido y el chófer no tiene otra opción que frenar y tomar más tiempo en cada parada, provocando un inevitable atraso. Con el correr de los minutos, esa diferencia crece y
comienza a acumularse. Una mujer aparece corriendo un instante antes de cruzar
un semáforo en verde. A pesar del presente tiempo, el chófer con buena
intención aguarda esos escasos segundos de diferencia. El semáforo cambia de
estado y debe esperar. Cuando vuelve a mostrar el verde permitiendo el paso,
otro colectivo en su misma situación de la mañana, lo impacta de lleno de
costado, arrastrándolo varios metros por su velocidad. La primera victima
encontrada, de un alto número final, es la última mujer que subió al
colectivo. Se escucha de fondo una conversación por celular “Me lo tuve que tomar porque el tren estaba demorado y no llegaba a tiempo”. Pasan varias horas hasta lograr sacar algunas personas atrapadas.
Se confirma el desperfecto del tren que ahora ya funciona con normalidad, pero
aquellas vidas que intentaban cumplir con ese factor tan limitado como lo es el
tiempo ya no podían regresar.
La historia es real hasta cierto punto, con
la diferencia de que el choque no llegó a producirse. Quizás por la
demora en el tren, por la decisión de tomar un colectivo o esperar otro, por la
hora que parece ser una sombra inevitable a nuestras espaldas o hasta por
aquellos breves segundos donde la mujer subió. ¿Por qué nosotros mismos nos
creamos e ideamos tan peligrosas consecuencias solo para cumplir un horario? ¿Cuánto
juega la razón en esos momentos donde parece desaparecer para solo dejarle
lugar al actuar sin medir los siguientes pasos? Al fin y al cabo, lo único que
parece ser real es la similitud en la que todos nos vemos inmersos de una u
otra manera siendo victimas de la rutina, presos del tiempo y esclavos del
lunes.
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