Si las ideas cumplieran años, hoy sería su festejo.
Hoy se cumple un año de la idea original de mi próxima novela. Un año desde ese martes 21 de agosto de 2012, cuando caminaba por la calle Lima después de salir de la facultad. Me subí a un 105 casi vacío cerca de las once de la noche en Avenida de Mayo y anoté como siempre la fecha actual antes de arrancar a escribir una nueva hoja de mi cuaderno. Me acuerdo que había sido uno de esos días eternos que arrancaron muy temprano en la oficina. Hacía un tiempo que ya venía releyendo y modificando una de mis tantas novelas escritas en el pasado para publicarla, pero me seguía faltando ese eje central de la historia. Y esa noche, después de una clase de filosofía, surgió la idea.
Solemos medir las cosas por diferentes factores y uno de ellos es el paso del tiempo. Más allá de los aspectos positivos o negativos que influyen en el desarrollo de esas cosas, depende del punto de vista con que se las mire para entender porque surgieron y siguen avanzando o porque ya no están. No es una cuestión de buscar razones o motivos, sino marcar la compleja diferencia entre vivir y sobrevivir.
Estas últimas palabras, que en mi opinión son extremos y solo comparten algunas letras en común, serán dos de los pilares claves de mi próxima novela.
Hoy escribí la fecha, en lo que sería el 4° cuaderno de una historia que sigue avanzando y a pesar de que la idea fue adaptándose, no cambió nunca su enfoque principal. Es verdad que la fecha de lanzamiento de la novela se postergó más de lo esperado, pero nunca desapareció ni cedió su lugar a pesar de esas responsabilidades que solo nos permiten sobrevivir mientras buscamos lo que realmente queremos. Muchas ideas desaparecen en el tiempo. Otras siguen creciendo sin perderse en el camino, marcando la diferencia entre el tener que hacer algo y el querer hacerlo. Quedan solo algunos meses para que la idea cruce su línea de llegada.
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