martes, 8 de enero de 2013

Mundos paralelos

Imaginen un mundo paralelo donde no existiera ninguna manera de medir el tiempo, donde ni siquiera exista el conocimiento de aquella palabra. ¿Seríamos más felices? ¿Intentaríamos hacer algo diferente a lo que hacemos todos los días? Solo seríamos conscientes de manejarnos con el día y la noche. Sin relojes, sin apuros por cumplir plazos laborales o personales. Simplemente dejándose llevar por lo que sigue a continuación en lugar de tener que mirar números que condicionan nuestras acciones.  

¿Apreciaríamos más la primera intuición? Quizás es la única forma de descubrir el verdadero significado de la libertad al pasar nuestras vidas marcadas en líneas temporales. Algo tan abstracto como lo es el tiempo, es a su vez lo que condiciona muchas decisiones.  

Un mundo donde no existe el no llegar, el dormir poco, la incertidumbre de caminar un rato (siendo un rato simplemente una mera semejanza al tiempo, al no tener sinónimos en dicho mundo), sin programaciones anticipadas, sin medir la edad de una persona para reconocer su sabiduría o madurez, entre algunos de los millones de ejemplos que podemos encontrar. 
El tiempo es solo uno de los puntos de abstracción en esa balanza imaginaria que nunca encuentra el equilibrio. Más que un mundo paralelo, sería una fantasía impensada. ¿Quien dijo que del otro lado del espejo cuando nos paramos frente a él, no existe otro mundo completamente distinto y esa persona idéntica a uno mismo se encuentra ante la misma pregunta?

La realidad es que plantear una idea de un mundo diferente donde hasta imaginarlo resulta complejo implica una visión casi imposible. Sin embargo el "casi" en esa oración convierte la opción en dependiente de cada uno. Sin dudas que hay cosas que están fuera de nuestro alcance, que por más "tiempo" que esperemos o volquemos, no van a cambiar. Por ello, cambiar el mundo donde estamos hacia el ideal es una utopía como Socrates hizo mención en "La Republica". Ese mundo ideal simplemente como un modelo al cual podemos aspirar, pero no alcanzar, un mundo de perfección (si es que existe algo perfecto).  Puede que entre todos, dentro de quien sabe cuanto tiempo (parece que esta palabra nos persigue), cambiemos ciertas cosas en el mundo que compartimos. En todos los demás, esos mundos paralelos, los que cada uno crea, busca, diseña o desea, no hay límites por cruzar.  La verdadera pregunta es: ¿Qué estás haciendo para cambiar tu propio mundo? 

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