- ¿Vos me devolvés la diferencia? - le preguntó al chófer levantando su voz - Ahora yo me tengo que volver caminando a Laferrere después, ¿sabés?
La mujer de unos 70 años que había subido detrás de él, lo miró perpleja antes de pagar su boleto.
- ¿Qué pasó? - otra pasajera, que viajaba sentada mirando hacia la parte de atrás del colectivo, se unió a la conversación demostrando curiosidad por la acción que había llevado al hombre a plantear esa pregunta.
- Pedí 1,50 pero me cobró 1,70 - respondió con un enojo casi tangible - ¿Quién se cree que es? - agregó como si el chófer no pudiera escucharlo.
El último de los que había subido se le acercó para tranquilizarlo, pero equivocó las palabras.
- Son 20 centavos...
- ¿Y vos que sabés cuanto valen 20 centavos para mí? - reaccionó el hombre de mala manera.
El chófer solo mantenía la mirada fija hacia delante, continuando el trayecto de todos los días. La mujer de 70 años que se había sorprendido al subir, abrió su monedero mientras se aproximaba al hombre, parado en el centro del colectivo a un costado de la puerta principal para descender.
- Tomá - dijo la mujer, estirando su brazo con algunas monedas.
- ¡No, señora! - respondió gritando - No pasa por la plata, mi hija - bajó la voz y redujo 40 años entre el señora y el hija para cerrar la frase hacia la misma persona.
Se apoyó contra la ventana, mirando hacia la puerta del medio e intentando tranquilizarse pero solo fueron segundos de silencio donde todas las miradas se mantuvieron posadas en él.
- Tengo ganas de pelear - dijo con total seguridad, mientras se sacaba la remera, mojada por la lluvia.
- No, pará. Tranquilizate - el hombre que solo había pronunciado la frase de los 20 centavos volvió a intervenir.
- Yo le pego todos los días a la bolsa - avanzó dos pasos para acercarse al chófer, que seguía mirando fijamente hacia delante - No me durás dos segundos - Un freno repentino de parte del conductor casi lo hace perder el equilibrio.
El colectivo ya estaba a tres cuadras de Pueyrredón y el hombre, después de volver a ponerse su remera, apretó el botón para bajar en aquella parada.
La mujer volvió a ofrecerle las monedas, pero el hombre las rechazó con un "Gracias, mi amor".
Mientras el 24 frenaba nuevamente, el hombre agregó en voz alta una última frase, negando con su cabeza de forma indignada.
- Acá nadie te regala nada.
Las puertas se abrieron y bajó del colectivo cubriéndose la cabeza con un diario, ante la atenta mirada de varios pasajeros, mientras la mujer de 70 años guardaba su monedero.