Una decisión siempre trae consigo una o varias consecuencias. Quizás en mayor o menor medida, de suma importancia o con una relevancia ínfima en relación a puntos de los cuales no hay retorno, al menos de los conocidos por nosotros. A veces las analizamos, otras nos dejamos llevar sin bajar el nivel de atención, pero no hay dudas que se genera un futuro diferente según cada paso en el presente.
El miércoles pasado cuando baje las escaleras de la estación Pueyrredon para tomar el Subte B en dirección a Los Incas ya se veía que algo había pasado. Pasadas las 4 de la tarde, suele juntarse a veces un grupo numeroso de personas esperando el Subte, pero en este caso el anden ya estaba repleto. Algunos mostraban el fastidio en sus caras, otros no dejaban de mirar el reloj primero y el hueco de oscuridad por donde llegan los vagones después. La voz distorsionada de los parlantes respondía las preguntas instantáneas que se generaban en la mente de cada uno que llegaba al lugar. "Servicio limitado entre Alem y Ángel Gallardo".
Cuando terminó de pronunciar por 3º vez, la formación del Subte B llegó a la estación.
Cuando terminó de pronunciar por 3º vez, la formación del Subte B llegó a la estación.
Con las puertas abiertas, nos acomodamos de la forma que pudimos para recorrer las 3 paradas que teníamos por delante. Con escasos segundos de diferencia, la voz distorsionada repetía la información. Por más que continuase repitiéndola, algunos no se daban por enterado.
En la estación Carlos Gardel subieron algunos más y pocos se bajaron. Como ese capitulo de Los Simpsons cuando Bart tiene que resolver una prueba de matemáticas con gente subiendo y bajando de un tren. En Medrano subió una mujer dubitativa cerca mío y en el mismo instante en que la voz pronunciaba nuevamente el destino final del subte, ella le preguntó a otra mujer a su lado: "¿Este llega a Malabia, no?" (La siguiente estación a Angel Gallardo para quien no lo sepa) - "No, parece que hubo un accidente. Llega una antes, hasta Angel Gallardo"
"- Bueno, me bajaré ahí, gracias".
"- Bueno, me bajaré ahí, gracias".
A segundos de alcanzar la estación final por el servicio limitado, la voz volvió a aparecer: "Se ingresará por el otro andén. Las puertas se abrirán del lado derecho de la formación". Como robots, nos movimos todos a la vez girando sobre nuestro eje en dirección contraria donde nos encontrábamos.
La salida me hizo acordar a cuando la cancha está llena y se juntan todos en el momento de salir. Por la misma escalera en que todos intentábamos subir, muchos bajaban para tomar el Subte hacia el otro lado.Como si empujara una marea humana tras varios y largos minutos, llegué a la calle. El frío del invierno ya casi llegando a la ciudad fue como un aire necesario al encierro que se vive bajo las calles de Buenos Aires.
Una vez fuera empecé a caminar las cuadras que me separaban de la estación Malabia, mi salida habitual si el servicio funcionara con normalidad. Me convertí en una hormiga más, pero sobre cemento en lugar de tierra. El movimiento incesante del ir y venir de personas demostraba el inconveniente en el transporte subterraneo. En la primera esquina se escuchó un: "mira cuanta gente. ¿Que habrá pasado?" de una mujer de unos 70 años hacia quien parecía ser su esposo.
Dos cuadras más adelante, un hombre le preguntaba a otro como llegaba hasta la estación Tronador. "Seguí caminando y llegás", le respondió mientras él hacia lo mismo. La voz de una mujer hablando por celular pasó a mi lado: "No se, acabo de leer que fue un accidente en Dorrego". El pasar de los minutos y la información parecían ir de la mano.
Cuando llegué a la parada del colectivo para continuar mi viaje cerca de la estación Malabia, otra mujer intentaba parar un taxi con claros gestos de estar apurada. Llegó el 24 y volvimos a amontonarnos para subir. Después de lograr por fin alcanzar el espacio que siempre está vacío en la parte de atrás (sin entender porque la gente tiende a quedarse apretada adelante), una mujer que no alcanzaba a ver, pero si escuchar, completó la oración que se venía armando. "Parece que alguien se suicidó en la estación Dorrego. Voy a llegar más tarde" Rara mezcla de palabras, pensándolo en un sentido abstracto.
No vamos a encontrar el motivo por el cual esa persona tomó la decisión de terminar su vida, pero si sabemos que generó consecuencias en los diferentes caminos de una gran cantidad de personas. Obviamente sin buscarlo porque la mente es muy compleja de analizar hasta llegar a tomar esa decisión sin un retorno conocido.
Me senté en la mitad del recorrido pensando que su final había provocado innumerables principios.
Me senté en la mitad del recorrido pensando que su final había provocado innumerables principios.