Duele. Muchísimo Si supiéramos lo que pasaría mañana, seguramente actuaríamos diferente en
algunas decisiones, pero todavía no tenemos ese poder así que necesitamos de
los recuerdos. El jueves 28 de febrero de 2013 se convirtió en un día de esos
que ya no vamos a olvidar. Un día de esos que implica un punto final en el
mundo físico y el comienzo de la eternidad donde quiera que sigamos después de esto
que llamamos vida.
Te fuiste sin que nadie lo esperara, así de repente como cuando sacamos la vista un segundo de algo y al regresar ya no está a nuestro alcance. Nos toma por sorpresa ese instante de incertidumbre que hasta cerramos los ojos como si fuera más sencillo encontrar un recuerdo en la mente. Es inevitable pelear un rato con eso que alguien definió como destino. No hay nada que asegure su existencia, pero indefectiblemente aparece en puntos de inflexión del camino. Estoy seguro que no era tu momento aún y si el destino se enoja por enfrentarlo que muestre la cara de una vez por todas en lugar de volar alrededor de manera abstracta. ¿Por qué dicen que hay que ser valiente y enfrentar el destino si ni siquiera sabemos cómo es? Creo que alguien que no conocemos te regaló más fama de la que mereces. Me pasan demasiadas cosas por la cabeza mientras estoy escribiendo esto. Tristeza es la primera, creo que no hay otra manera más clara de tocarla, de sentir tanto como una mano imaginaria lastima el alma dejando una marca. Impotencia real es la segunda, al no poder hacer absolutamente nada para que vuelvas. Parece que esa frase que muchos repiten, es verdad: “De todo hay solución, menos de la muerte”. La tercera es enojo. No sé con quién y tampoco la idea es buscar a alguien específico, sino un enojo general ante algo tan inesperado. No voy a agregar la palabra vacío, porque me llenaste de tantas cosas positivas que sería injusto usarla. Tampoco voy a creer ni siquiera por un solo segundo que te diste por vencida debido a ciertas cosas del presente. Una operación para alargar la vida, terminó siendo quien te la arrebatase. En estos momentos donde no existen respuestas, se suma el intento de comprender el porque de lo que pareció una película y no la realidad misma. Yo me enteré después de que una mujer se iba a operar también cuando vos salieras del quirofano. Por una descompensación al escuchar todo lo que estaba pasando, terminó en terapia sin operarse. Al menos en este presente, sigue formando parte del mundo en que vivimos. ¿Salvaste una vida inconscientemente? Me pregunto además como cierta gente puede llamarse médico y no tener la profesionalidad y ética suficiente para dar la cara cuando más corresponde. La persona que te llevo durante meses y preparó para tu operación, desapareció del hospital cuando buscábamos respuestas, a pesar de que ya habías partido.
Te fuiste sin que nadie lo esperara, así de repente como cuando sacamos la vista un segundo de algo y al regresar ya no está a nuestro alcance. Nos toma por sorpresa ese instante de incertidumbre que hasta cerramos los ojos como si fuera más sencillo encontrar un recuerdo en la mente. Es inevitable pelear un rato con eso que alguien definió como destino. No hay nada que asegure su existencia, pero indefectiblemente aparece en puntos de inflexión del camino. Estoy seguro que no era tu momento aún y si el destino se enoja por enfrentarlo que muestre la cara de una vez por todas en lugar de volar alrededor de manera abstracta. ¿Por qué dicen que hay que ser valiente y enfrentar el destino si ni siquiera sabemos cómo es? Creo que alguien que no conocemos te regaló más fama de la que mereces. Me pasan demasiadas cosas por la cabeza mientras estoy escribiendo esto. Tristeza es la primera, creo que no hay otra manera más clara de tocarla, de sentir tanto como una mano imaginaria lastima el alma dejando una marca. Impotencia real es la segunda, al no poder hacer absolutamente nada para que vuelvas. Parece que esa frase que muchos repiten, es verdad: “De todo hay solución, menos de la muerte”. La tercera es enojo. No sé con quién y tampoco la idea es buscar a alguien específico, sino un enojo general ante algo tan inesperado. No voy a agregar la palabra vacío, porque me llenaste de tantas cosas positivas que sería injusto usarla. Tampoco voy a creer ni siquiera por un solo segundo que te diste por vencida debido a ciertas cosas del presente. Una operación para alargar la vida, terminó siendo quien te la arrebatase. En estos momentos donde no existen respuestas, se suma el intento de comprender el porque de lo que pareció una película y no la realidad misma. Yo me enteré después de que una mujer se iba a operar también cuando vos salieras del quirofano. Por una descompensación al escuchar todo lo que estaba pasando, terminó en terapia sin operarse. Al menos en este presente, sigue formando parte del mundo en que vivimos. ¿Salvaste una vida inconscientemente? Me pregunto además como cierta gente puede llamarse médico y no tener la profesionalidad y ética suficiente para dar la cara cuando más corresponde. La persona que te llevo durante meses y preparó para tu operación, desapareció del hospital cuando buscábamos respuestas, a pesar de que ya habías partido.
Puedo seguir enumerando expresiones abstractas, preguntas o supuestos que me toman por sorpresa a
mí y seguramente a todos los que me rodean, pero prefiero cambiar el rumbo de
las palabras hacia la otra mitad de sensaciones. Tu sonrisa regalaba felicidad
y creo que esa magia vive para siempre. Las personas que tuvieron el honor de
conocerte, pueden simplemente cerrar los ojos y encontrarte muy fácilmente
sonriendo. Si uno intenta buscar un recuerdo y de repente se encuentra con
tantos para elegir, algo diferente quiere decir. Me acuerdo cuando dormía con Gaby y Mati
en tu casa y venías a contar una historia, te gustaba inventar algunos detalles
para hacernos reír. O tu necesidad de ofrecer mil veces en un segundo lo que
sea para que todos se sientan a gusto en tu casa. Se que disfrutabas cada uno de mis llamados para preguntarte como estás y contarte de mi vida. Me llena muchísimo saber que
tengo y tendré siempre el recuerdo intacto del abrazo que me diste cuando
cumplí uno de mis sueños y publiqué mi primer libro. Ese día yo estaba hablando
y llegaste más tarde por la lluvia torrencial que cubría Buenos Aires. “Ahí
llegó mi abuela, un aplauso para ella” dije, y sonreíste tanto que iluminaste la sala mientras te acomodabas
en tu lugar. Un lugar que ocupaste a la perfección desde el principio, tanto
para mí como nieto mayor como para cada integrante de la increíble familia que
formaste junto al zeide. Tu pareja de siempre, el amor de tu vida, de esa clase de amor que hoy ya no existe. Casi 54 años de casados de amor incondicional y puro.
Todos, absolutamente todos, están llenos gracias a vos. Quién sabe si podes ver lo que estoy escribiendo, pero no importa porque estoy seguro que lo sabes mejor que nadie. Estás acá y seguirás estando siempre con nosotros. Lo que lograste a la perfección que ya nunca va a cambiar es que tus 9 nietos van a sonreír cada vez que recuerden, piensen o pronuncien la palabra abuela.
Todos, absolutamente todos, están llenos gracias a vos. Quién sabe si podes ver lo que estoy escribiendo, pero no importa porque estoy seguro que lo sabes mejor que nadie. Estás acá y seguirás estando siempre con nosotros. Lo que lograste a la perfección que ya nunca va a cambiar es que tus 9 nietos van a sonreír cada vez que recuerden, piensen o pronuncien la palabra abuela.
Gracias por cada segundo compartido de pura felicidad.
No tenes una idea de lo que te voy a extrañar.
No tenes una idea de lo que te voy a extrañar.
Te quiero muchísimo babe.